Carreras de escorpiones

Cuando se hundió la cúpula arrastró bajo ella, como un castillo de naipes, el resto de edificios de esa sección. Automáticamente se sellaron los túneles para que no escapara el oxígeno y empezó una carrera a contrarreloj para tratar de encontrar y rescatar supervivientes al desastre.

Los edificios están construidos de forma modular: cada habitación es una cámara independiente y se conectan entre sí, como esas casas hechas con contenedores de barcos. Y cada una de ellas está dotada con un equipo de supervivencia y una baliza de socorro. Es el precio que hay que pagar cuando vives en un mundo hostil.

Entonces es cuando empieza la carrera frenética. Hexápodos metálicos de apenas veinte centímetros empiezan a dirigirse a los escombros, filtrándose por cualquier hueco, guiándose por las señales de las balizas que se hayan activado porque alguien ha tenido la suerte de poder alcanzar el botón, comunicándose entre ellos para pedir ayuda si encuentran un obstáculo demasiado grande. Tienen dos pinzas en la parte delantera para apartar cascotes y una especie de cola con una cámara y sensores para que podamos monitorizar su trabajo. Nunca nadie se había alegrado tanto de ver acercarse a un escorpión o sentirlo trepando por su pierna.