El día que cayó Spotify

O lo que es lo mismo, el día que Spotify calló. Y es que eso es todo lo que obtengo cuando intento abrir Spotify: un respetuoso silencio, como dirían aquellos.
Ni un comentario en su blog ni ninguna muestra de cuándo va a terminar. Y por fin se destapa el problema generalizado de las aplicaciones en línea ¿qué ocurre cuando falla la conexión a internet o, como en este caso, directamente falla el servidor?
Un sentimiento de impotencia, rabia, frustación o un poco de cada. Y sobre todo el de una obligación (la de ellos) que no se ha cumplido. Porque aunque dispongamos de una cuenta gratuita, como es mi caso, he dejado en sus manos la confianza de mis más preciados recursos: mi música, mis fotos (Flickr), mis amigos (Twitter o Facebook), mis documentos (Google Docs), mis comunicaciones (Gmail). Y es un proceso que no tiene vuelta atrás. Nos puede gustar más o menos, pero es la tendencia: todo lo que somos está (o estará) en la red.

Una pregunta ¿qué ocurre con la gente que está suscrita al servicio y no puede disfrutar hoy de él? ¿hay algún tipo de compensación?

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