La posada de los finales tristes

En ese lugar siempre es de noche, porque es cuando se va el sol cuando ocurren las cosas tristes. También porque nos cuesta reconocer cuando algo ha salido mal, cuando nos sentimos engañados, cuando la vida nos ha gastado una jugarreta, más bien grande que pequeña. Y la noche es un buen sitio para mantener todo esto oculto. Así, podemos fingir que no ha pasado nada y seguir adelante, un poco al menos. Aunque al final siempre acabamos volviendo, para llevar un final nuevo o para visitar aquellos que dejamos hace tiempo.

La posada de los finales tristes es un lugar atípico. Allí sus huéspedes no están de paso, si no que tienen una habitación permanente. Todos los finales tienen un sitio reservado. Incluso los felices ¡son tan pocos! apenas afectan al espacio disponible. Y aunque solo sea por estadística, es más fácil que ese final que se acerca no lleve perdices.

El posadero es un ser excepcional. Sabe perfectamente dónde vive cada final. Todos y cada uno de ellos. Los conoce, los clasifica, los reubica, les da conversación. Es complicado, porque la posada está permanentemente en obras, ampliando el número de habitaciones. Y es que somos tantos y los finales alegres son tan pocos…