Vientos de caos

Edward se dirigió a la salida impresa de su ordenador, dispuesto a retomar la faena donde la había dejado antes de irse a buscar un café. Los ordenadores eran cada vez más rápidos y su flamante LGP-30 capaz de realizar 400 sumas por segundo. Habían lanzado el programa a las tres de la madrugada y apenas seis horas después ya tenía los primeros resultados. Era un sistema sencillo. Había conseguido reducir un sistema atmosférico a tres variables: una para el flujo convectivo y dos para la temperatura. Pero no quería esperar hasta la noche para terminar la simulación, así que introdujo en el ordenador unos valores intermedios que había impreso antes y volvió a ejecutar el programa para ahorrarse unas cuantas horas de cálculo.

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