Héroe de metal

orange robots pilot spaceship

Astronauta, cosmonauta, takionauta… navegadores de los astros, del cosmos, del espacio. Ninguna de ellas es adecuada para describir nuestra misión, así que nos llamamos a nosotros mismos argonautas: tripulantes del Argos. El primer crucero espacial que va a emprender un viaje formidable. Somos una tripulación formada por 54 hombres y mujeres dirigidos por alguien que especial: J5-Operational Navigator (J5ON). Le llamamos Jason, nuestro particular héroe de metal.

Sabemos la fecha de partida, pero no la de llegada. Ni siquiera sabemos si volveremos. Ni siquiera si seremos nosotros mismos al volver. Es uno de los objetivos del viaje: comprobar los efectos del salto en la mente. Por eso nos dirige Jason, porque sabemos que los cerebros artificiales no se ven afectados. Es la única manera de asegurarnos de que el Argos regresará… algún día.

Compraventa de sueños

Los domingos son día de mercado. Al amanecer, los mercaderes llegan con sus carros cargados hasta los topes, los colocan en la plaza y comienzan su actividad frenética para montar sus puestos. Cada uno está especializado en una mercancía distinta: así no hay conflictos. Es más, lo habitual es que colaboren entre ellos, que se complementen entretejiendo un crisol de experiencias personalizadas, casi únicas.

Lugares exóticos, vivencias del pasado, los terrores más íntimos o la sensualidad más perturbadora están al alcance de la mano. O al alcance de la mente más bien. ¿Quieres volar dándote impulso en los balcones de tu calle? ¿Quieres sentir como el terror te inmoviliza y apenas puedes poner un pie delante de otro? ¿Disfrutar de una noche de sexo con ese desconocido con el que te cruzas todas las mañanas? ¿Sentir el vértigo desde lo alto de un árbol o un mástil cimbreante, a punto de partirse? Saltar, correr, volar, temblar, amar, matar, hurgar, pelear, esconderse, morir, navegar, caer.

Cada día es más difícil encontrar algo nuevo y, por eso, no se limitan a vender sus mercancías. Si tienes algo interesante que venderles, puedes acercarte al puesto; seguro que llegas a un acuerdo. Puedes intercambiarlo por algo que te interese o por créditos para el mercado. Pero no esperes dinero a cambio, porque ¿cuánto valen los sueños?

Reencarnación

Cuando abrió los ojos sabía que algo iba mal. ¿Cómo había llegado allí? No lo recordaba. La última imagen de su cerebro era una cara conocida «Todo va a salir bien». Eso también lo recordaba. Pero luego… nada. Oscuridad, frío ¿cuánto tiempo había pasado? Eso tampoco lo sabía. Pero sí lo que tenía que hacer ahora. Estaba impreso en sus instintos más básicos: sobrevivir.

Era de día. Al menos había luz suficiente para ver sin ayuda. Los ojos se ajustaron automáticamente; luces y sombras, el mundo en blanco y negro. Por el momento tendría que bastar. Fijó la imagen en su cerebro para enviarla después. Poco a poco el resto de sentidos se ponían en marcha. Podía respirar, eso estaba claro. Escuchó atentamente alrededor. Nadie. Estaba sola.

Intentó moverse. Solo un poco. Para comprobar que no estaba parapléjica. Parapléjica… si era capaz de pensar en esa palabra era porque las funciones superiores de su cerebro también estaban ya activas. Si no se habría quedado en «rota» o algo así. Eso también quería decir que podía empezar a trazar un plan. Luego, si le sobraba tiempo, trataría de comunicarse con la base o como demonios se llamara. «Adam». Le vino a la mente de golpe. «Se llama Adam». Todo va a salir bien… maldito hijo de puta. Y gritó.