Prueba y error

Quinto relato escrito para el curso de Ciencia Ficción de Caja de Letras. El tema del ejercicio es «Utopías y distopías». Revisado por Jordi Noguera.

NOTA: Este texto ha cambiado bastante al introducir los comentarios de Jordi, así que es fácil que, tratando de arreglar unas cosas, haya estropeado otras ¯\_(ツ)_/¯. La idea central del relato es la construcción de una sociedad utópica a partir de simulaciones. Mientras pasan más cosas.

Carol veía pasar las luces del techo rápidamente mientras la camilla volaba por el pasillo impulsada por el personal sanitario que la había recogido en la entrada. «Primer pasillo a la izquierda, puerta batiente ¡blam!, ojo con la rampa, giro a la derecha, parada en boxes… ya casi estamos». Mentalmente iba repasando el trayecto que tantas veces había hecho empujando la camilla, sujetando el soporte vital o, simplemente, corriendo para unirse al equipo en el quirófano. Algo iba mal en el embarazo, lo llevaba notando varios días y ocurrió de golpe. La encontraron casi inconsciente en el suelo, en medio de un charco de sangre.

—Doctora Castro, no se preocupe. Vamos a dormirla —dijo una voz que no consiguió identificar—. Cuente hasta diez.

No llegó al cuatro.

 

Su siguiente recuerdo era una voz que la llamaba por su nombre.

—Carol, ¿me escuchas? ¿Puedes abrir los ojos?

Con un gran esfuerzo, hizo caso a esas palabras que llegaban de lejos y tenían un acento que no pudo identificar. Apenas unos instantes, porque la luz le hacía daño a los ojos. Los cerró y los volvió a abrir solo un poco, despacio, mientras se iba acostumbrando a la claridad.

—¿Estoy muerta? ¿Es esto el cielo? —preguntó a la voz—.

—No a todo. Pero no intentes moverte aún, espera.

Sintió varios picotazos mientras (eso lo supo luego) le retiraban las sondas y los monitores que la conectaban a los sistemas vitales.

—Ya está.

Se incorporó un poco y miró alrededor. No reconoció el entorno, no era su hospital o ningún otro, no era nada a lo que pudiera poner nombre. A su lado, una chica alta de aspecto frágil manipulaba un aparato extraño. Sus dedos se movían ágilmente sobre una superficie luminosa mientras susurraba. Apenas captó unas palabras sueltas «sujeto A202-34-1026… vigesimoprimera generación… extracción estándar… éxito».

—¿Dónde estoy? —preguntó Carol desorientada—. ¿Mi hijo está bien? ¿Quién eres tú? ¿Qué es todo esto?

—Calma —la extraña hizo un gesto, sonriendo—. Es largo de contar. Ven, siéntate aquí y te lo iré contando por el camino.

Salieron a un pasillo bañado por una luz que no venía de ninguna parte y de todas a la vez. Carol iba sentada en una especie de silla y la otra chica caminaba a su lado.

—Empezaré por el principio. Me llamo Diana y estás en una nave generacional.

—¿Una qué?

—Una nave generacional. Partimos de la Tierra hace casi 500 años y desde entonces estamos viajando.

—¿Hace 500 años que me ingresaron? ¿Qué habéis hecho conmigo? ¿Congelarme o algo? ¿Por qué estoy aquí?

—No, Carol, no ha habido ningún hospital. Era una simulación. Toda tu vida y la de varias generaciones antes que la tuya, han sido simulaciones.
Poco a poco se lo fue explicando todo. La simulación servía para mantener los cerebros activos y, de paso, para ensayar distintas formas de sociedad. Mantener una población de 100 000 personas necesitaba muchos recursos, demasiados para la capacidad de cualquier nave que se pudiera construir. Así que todo el mundo vivía en un sueño inducido.

—Hay una cosa que sigo sin entender —interrumpió Carol, que lo iba asimilando—. ¿Tengo 500 años? ¿He hibernado todo este tiempo?

—No, mujer —contestó Diana con una risilla—. Has visto demasiadas películas. Esa tecnología no existe. Ven, es aquí mismo.

Se acercó a un gran ventanal. Al otro lado, en semipenunbra, vio una especie de bodega llena de cápsulas dispuestas en hileras, como un gigantesco panal.

—Solo están dormidos. Su ritmo de crecimiento es normal: nacen, crecen… y mueren —aclaró Diana, adivinando por dónde iban los pensamientos de Carol.

—¡Es horrible! Y… y ¿los niños? ¿cómo…? —Se sujetó el vientre con las dos manos, angustiada.

—In vitro. Extraemos el esperma y el óvulo de quiénes son los padres en la simulación y luego se inserta el óvulo fecundado. El embarazo es real y el parto por cesárea. El niño se coloca en su propia cápsula y se desarrolla normalmente. La electroestimulación consigue mantener el tono muscular.

—¡Eso no es vivir! —exclamó horrorizada, separándose del cristal—, nadie querría eso. Generaciones y generaciones condenadas a estar enchufadas a una máquina, sin elección.

—Es la única forma. La primera generación fue voluntaria y aceptó las condiciones. De todas formas, dime, con sinceridad. Durante todo este tiempo, ¿has tenido la sensación de no estar viva? ¿Es diferente ahora?

—¡Sí!… no… bueno ¡yo qué sé! —Era difícil para Carol, aún confundida, aunque la verdad es que se sentía igual de viva antes que ahora—.

Diana continuó con su explicación.

—Se trata de determinar cuál es el mejor modelo de sociedad para las colonias que vamos a establecer cuando lleguemos a nuestro destino. Faltan otros 1 000 años por lo menos. El ordenador va almacenando vuestras decisiones y las mejora ligeramente si hay alguna laguna o inconsistencia, pero no hace nada sin vuestro consentimiento. Vosotros habéis creado las reglas de la sociedad. Cuando lleguemos y se despierte a todo el mundo —añadió Diana—, podremos establecernos sobre las bases de una sociedad que sabemos que funciona porque lo hemos visto. No será perfecta y habrá que afrontar los problemas de tener a nuestra disposición un planeta entero, pero será un principio.

—Pero entonces, ¿por qué estoy fuera?

—Somos unos 150 tripulantes para controlar la nave. De vez en cuando hay que despertar a alguien. Casi siempre a personas con alguna capacidad que nos hace falta. Algunas veces porque se produce algún fallo en la cápsula y hay que repararla. Y de vez en cuando, porque la persona es inestable en la simulación.

—Pero ¿por qué a mí? —De repente abrió mucho los ojos—. ¡Mi hijo! —Exclamó—. Su cápsula, ¿está bien?

—Sí, tranquila. Necesitamos un médico y por eso te hemos despertado. Tu hijo sigue en tu útero. Aún no ha nacido. Cuando llegue el momento, podrás decidir si quieres que viva en la simulación o aquí. La decisión será tuya, no puede ser de otra forma. Créeme, habríamos elegido a otra persona, pero eres la única que puede ayudarnos.

La puerta que tenían al frente se abrió con un siseo y entraron en lo que parecía un comedor. Solo lo parecía, porque había unas 50 camas con sus correspondientes inquilinos, que parecían dormidos.

—Por esto te hemos despertado, Carol. Un tercio de la tripulación está ahora mismo en coma inducido. No sabemos que les ocurre, pero si no lo controlamos, pronto no quedará nadie para gobernar la nave.