Compraventa de sueños

Los domingos son día de mercado. Al amanecer, los mercaderes llegan con sus carros cargados hasta los topes, los colocan en la plaza y comienzan su actividad frenética para montar sus puestos. Cada uno está especializado en una mercancía distinta: así no hay conflictos. Es más, lo habitual es que colaboren entre ellos, que se complementen entretejiendo un crisol de experiencias personalizadas, casi únicas.

Lugares exóticos, vivencias del pasado, los terrores más íntimos o la sensualidad más perturbadora están al alcance de la mano. O al alcance de la mente más bien. ¿Quieres volar dándote impulso en los balcones de tu calle? ¿Quieres sentir como el terror te inmoviliza y apenas puedes poner un pie delante de otro? ¿Disfrutar de una noche de sexo con ese desconocido con el que te cruzas todas las mañanas? ¿Sentir el vértigo desde lo alto de un árbol o un mástil cimbreante, a punto de partirse? Saltar, correr, volar, temblar, amar, matar, hurgar, pelear, esconderse, morir, navegar, caer.

Cada día es más difícil encontrar algo nuevo y, por eso, no se limitan a vender sus mercancías. Si tienes algo interesante que venderles, puedes acercarte al puesto; seguro que llegas a un acuerdo. Puedes intercambiarlo por algo que te interese o por créditos para el mercado. Pero no esperes dinero a cambio, porque ¿cuánto valen los sueños?